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El Súper Bowl es un evento culinario
Los rituales son una construcción simbólica de gran parte de lo que somos. Toda celebración que lleva pasos y momentos que significan algo trata de contarnos una historia. Con la comida no es diferente: cada platillo se configura dando cuenta de lo que somos. Nuestros gustos y costumbres alrededor de la mesa son rasgos culturales que dicen mucho más de lo que creemos sobre nuestro momento histórico, geografía y hasta posición ideológica. Hablan de quiénes somos y de la sociedad en la que nos desarrollamos.
Ejemplo claro de la cocina como elemento ritual lo encontramos el pasado domingo en el evento más grande de la NFL: el Super Bowl LIV, celebrado en Miami, Florida, que da muestra de una tradición ya bien asentada en Estados Unidos, principalmente, y otras partes del mundo: el tailgate. Lo que comenzó como una fiesta de parrilla improvisada en los estacionamientos de los estadios donde se llevaban a cabo los partidos colegiales, se ha transformado ahora en una institución que resulta bastante redituable para los organizadores a la vez que es más accesible para quienes no pueden comprar una entrada al estadio.
Además, este concepto se ha extendido a otras latitudes y ahora, en países como el nuestro, los amantes del deporte, los de los espectáculos y los de la comida se reúnen desde temprano para compartir lo mismo frente a un asador como al televisor. En México nos hemos empapado de esta tradición, pero también la hemos alimentado desde acá; la prueba está en las históricos 140,000 toneladas de aguacate que Michoacán exportó a Estados Unidos para esta edición, rebasando el récord del año pasado de 120,000 toneladas.
Esta edición del Super Bowl estuvo cargada de símbolos sobre la migración desde su locación, pasando por el espectáculo de medio tiempo y, de manera más velada quizás, pero siempre presente, a través de la comida. Cuando de compartir se trata, la mesa debe ser nuestro ejemplo más cercano.
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