¿Por qué cocinar es un acto de amor?

Por supuesto que hay diversas acciones que podemos llevar a cabo para demostrar el amor, pero la cocina es una de nuestras favoritas.

 

A pesar de que el acto de comer es una necesidad básica, cabe abordarlo desde una perspectiva más amplia. A veces no queremos sólo comer: buscamos alimentarnos. Más aún, cuando somos quienes preparamos nuestros alimentos o los de alguien más y lo hacemos con cuidado desde la selección escrupulosa de los ingredientes, la búsqueda de la receta ideal, pensar en los sabores que más disfruta alguien, el interés en presentar el platillo de la mejor manera, saber acompañarlo propiamente y generar una atmósfera adecuada para comodidad de todos, es entonces cuando nos damos cuenta de que no nos interesa únicamente saciar la demanda de la supervivencia, sino también la de los sentidos y las emociones. No se trata de dar comida: se trata de alimentar y nutrir en todos sentidos.

Cuando cocinamos, invertimos tiempo, esfuerzo y dedicación. Si ese nivel de entrega no es amor, ¿qué lo es? Un caso común en las familias mexicanas se encuentra cuando es la abuela quien típicamente prepara la comida, y la mayoría de las veces a quien responsabilizamos cuando estamos frente a la báscula, pues nos obliga a comer lo que preparó. ¿Por qué es tan difícil decirle «no» a las abuelas? Quizás es porque inconscientemente, a través de la convivencia, sabemos que lo que nos está ofreciendo no es una porción de sopa, lo que nos está tratando de ofrecer es su afecto servido en un plato hondo.

A quienes cocinan, ya sea por ocasiones especiales, diariamente para su familia, para comensales, para sí mismos: gracias, por saber nutrir los afectos.

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