Taco norteño: aceptemos su realidad

Quizás para el gran público (sobre todo el estadounidense) la gastronomía mexicana tiene como protagonista al taco. Y es definitivamente un exponente muy importante de la misma, pero nosotros sabemos que la dieta típicamente mexicana varía dependiendo de la región del país de la que hablemos.

Imagina el siguiente escenario: recibes en tu hogar chihuahuense a familiares o amistades del centro del país que vienen de visita, obviamente quieres que se impresionen con lo que la ciudad les ofrece así que les llevas por un montado o un burrito, tú elige el lugar. Terminan felices con el desayuno y horas después deciden comer juntos, así que los llevas por unos tacos de pastor.

¿Por qué? ¿Por qué querer impresionar a alguien del centro del país con unos tacos al pastor? Aunque es un platillo que disfrutamos comer en eventos o que buscarán algunos turistas extranjeros despistados, probablemente seremos la burla (sí, ¡la burla!) si nos ponemos al tú por tú con los ex-per-tos en tacos, sobre todo al pastor.

No tratemos de competir contra la danza entre los taqueros de Ciudad de México y el trompo: tortilla, pastor, piñita, todo con precisión; quedaremos en vergüenza. Además, no tenemos ninguna necesidad, pues nuestras versiones de tacos son impresionantes. Imagina ahora esta escena: tortillita (que en algunas versiones puede ser hecha de harina), trozos de bistec o rib-eye sobre una costra de queso (o bien, queso rallado sobre la carne), acompañados por chile chilaca en rajas. Uff, amor norteño. Ya quedaste mucho mejor y sobre todo no dejaste mal parado a tu estado (por favor recuerda que eres nuestro representante ante tus visitas).

Lo más rico de que la gastronomía mexicana sea tan amplia es que es delicioso probar las particularidades de cada región. Para qué competir, mejor compartir.



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